MANUAL CERTIFICACIONES PROFESIONALES
CERTIFICACIONES PROFESONALES
En los proyectos hay mucho en juego. Hay mucho interesado, gente que gana
o pierde con él. Hay muchas posibilidades de que un proyecto sea un éxito, pero
también es probable que sea un rotundo fracaso, que llegue a impactar la imagen de
la empresa, o incluso llegue a afectar al valor de la acción. No hay profesión en el
mundo más orientada a objetivos que la gestión de proyectos. Es esta una profesión
muy poco agradecida. Si los objetivos se consiguen, como tenía que ser, para eso nos
ponen al mando, nadie nos felicitará. Pero si no se consiguen, entonces la culpa es
solo nuestra. Mientras todo iba bien, nadie decía nada, pero ahora que va mal, de
repente, todo el mundo habla de gestión de riesgos, escasa documentación, falta de
liderazgo, auditorías de calidad, problemas de comunicación, ausencia de habilidades
sociales, necesidad de coaching, etc. El resultado es siempre el mismo para el pobre
Director de Proyectos: nos acusan de todo y no tenemos buena defensa.
Un hecho diferencial cuando comparamos el “éxito del técnico” con el “éxito del
Director de Proyectos” es que el técnico depende principalmente de sí mismo,
mientras que el Director de Proyectos depende de muchas variables externas, la
mayoría de las cuales caen fuera de su zona de control: equipo, cliente, proveedores,
recursos materiales, organización ejecutora, suerte…
En los proyectos de hoy en día, las causas de fracaso rara vez hay que
buscarlas en razones de tipo técnico. El conocimiento técnico es fácil de encontrar en
los miembros del equipo. Las razones de fracaso más frecuentes, a mi juicio, son tres:
Deficiente gestión de los riesgos.
Deficiente gestión de los costes.
Deficiente gestión de los interesados (cliente, equipo, subcontratistas,
etc.)
Sin embargo, la gran mayoría de Directores de Proyecto provienen del ámbito
técnico: como son buenos técnicamente, se presupone que saben liderar equipos y
proyectos (efecto “halo”). Pero el conocimiento técnico no es suficiente para dirigir
proyectos, porque un buen Director de Proyectos no hace el trabajo, sino que coordina
a los miembros del equipo para que lo hagan ellos (se parece a un director de
orquesta). Es el primer responsable del proyecto, pero tiene cierto nivel de autoridad
para tomar decisiones con autonomía. Un buen Director de Proyectos ha de quitarse
“la gorra del técnico” y ha de ponerse “la gorra del gestor”.
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