6 Ética de las Finanzas 180718
85 Segunda parte
Es fácil pensar algunas excepciones, situaciones en las que la relación de libre mercado es solo la forma aparente debajo de la cual se encuentra una relación de fuerza disimulada. Esas situa- ciones plantean un problema real porque las condiciones de libertad y voluntariedad de las dos partes ya no se dan, y sin embargo se conserva una relación cuya legitimidad moral no depen- de de lazos de sangre o de amistad, como las comunitarias, tampoco de un acuerdo político, como las estatales, sino precisamente de esa libre voluntariedad. La legitimidad moral y política de unas relaciones de ‘falso mercado’ puede entonces ser puesta en cuestión.
La tradición cristiana señala cuatro circunstancias que pueden afectar en este sentido a las rela- ciones de mercado (González Fabre, 1998):
• La ignorancia o el desconocimiento de lo que se compra o vende. Deriva básicamente de la asimetría de información de comprador y vendedor sobre el producto.
• La coacción o la amenaza de una de las partes sobre la otra. Un ejemplo típico es el tratomafio- so, la“oferta que no se puede rechazar”: o entras en la transacción aparentemente de mercado que te propongo, o algo malo va a pasar en tu entorno, alguna cabeza de caballo aparecerá en tu cama. De maneras más sutiles, esto puede ocurrir siempre que hay una asimetría impor- tante de poder entre las dos partes; no es preciso que una de ellas sea un reconocido criminal. • La necesidad , que consiste en no tener alternativa a una determinada transacción para conser- var la vida y la dignidad de uno mismo o de quienes dependen de uno. Evidentemente, ello da un poder mayor de negociación a la contraparte que si hubiera alternativa. Un caso que vemos repetido a nuestro alrededor es el de parado de larga duración que debe tomar el primer tra- bajo que se le ofrece porque lleva ya tiempo sin trabajar y no sabe si tendrá otra oportunidad. • La compulsión es una especie de “necesidad psicológica” que no corresponde a una nece- sidad real porque la persona realmente sí tiene alternativas que no amenazan vida y digni- dad. Sin embargo, no las ve y actúa como si no las tuviera. Esto, en principio, sería una rara anomalía más merecedora de consideración en un texto de psiquiatría, si no fuera porque hay una industria completa dedicada a producir compulsión: la publicitaria. El mismo Adam Smith (2000:183) hace notar que los empresarios son los peores enemigos de la libre competencia: “Los comerciantes del mismo rubro rara vez se reúnen, incluso para entreteni- miento y diversión, sin que la conversación termine en una conspiración contra el público, o en alguna estratagema para aumentar los precios”. Y es que, efectivamente, lo que tienen en común los cuatro puntos anteriores es que, en cada uno de una manera diferente, una de las partes pier- de libertad quedando en manos de la contraparte y los términos que esta le dicte. O, dicho con otras palabras, la parte poderosa levanta o utiliza un monopolio difícil de escapar para el otro.
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