6 Ética de las Finanzas 180718

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bién racionalmente. Cabe entonces esperar que quien tenga mejores argumentos hará valer su juicio sobre los demás, precisamente porque no se apoya en sus relaciones personales –dife- rentes de una a otra persona– sino en razones válidas para todos.

5.3. LA JUSTICIA EN LOS MERCADOS

LECTURAS MFIA Ética de las Finanzas LIBRO 6

Vivir, decíamos en un capítulo anterior, consiste en hacer proyectos e intentar llevarlos a cabo. Nuestros proyectos rara vez nos involucran solo a nosotros mismos; con más frecuencia depen- den de que sepamos organizar la colaboración de otros –su trabajo, sus bienes, los servicios que pueden proveernos, otros recursos bajo su control– demanera que concurran a nuestro proyecto. Si vamos a hacerlo en el mercado, en lugar de en una comunidad o a través del Estado, conta- remos con los demás apelando a su propio interés, esto es, con base en nuestra colaboración para su proyecto a cambio de lo que nos ofrecen para el nuestro. Como dice Adam Smith (2000:29) en su célebre frase: “El hombre tiene casi siempre necesidad de la ayuda de sus se- mejantes, pero la esperaría en vano solo fiado en su benevolencia. No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero de lo que esperamos nuestra comida, sino de la consi- deración de su propio interés”. Esta frase no se aplica en universal, ni Smith pensaba que así fuera, sino solo a las relaciones de mercado. En las relaciones familiares, por ejemplo, sí se espera ayuda basada en la benevolencia (¿cómo sobrevivirían los bebés en otro caso?); mientras que en las relaciones de ciudadanía (por ejemplo, la seguridad, la educación y la sanidad públicas) la ayuda del otro depende de nuestros derechos legales, no de su interés. Centrándonos, con Smith, en las relaciones de mercado, la motivación de estas se encuentra efectivamente en el propio interés de las partes. Ello tiene dos consecuencias moralmente rele- vantes: el propio interés lleva a participar libremente en ellas (lo que no es seguro en todas las demás relaciones, las cuales pueden ser libres, o forzadas sobre nosotros por vínculos previos); y ese propio interés, garantizado por la voluntariedad de las dos partes en la transacción, asegura a su vez que en la relación se produce bienestar para ambos, esto es, que hay una generación neta de riqueza en ellas. Al intercambiar, cada uno queda mejor de lo que estaba antes del intercambio: el panadero prefiere mi euro a su barra de pan; yo prefiero su barra de pan a mi euro. Si en alguno de los dos casos no fuera así, la transacción libre no ocurriría. Ese es el fun- damento de la justicia en el mercado: en la relación se produce un excedente económico que debe repartirse de forma equilibrada entre las partes, de manera que todos sientan que ganan por la participación voluntaria en ella, y por ello deseen repetirla.

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