6 Ética de las Finanzas 180718
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El optimismo o el pesimismo, la propensión o la aversión al riesgo, pueden reflejarse conscien- temente en qué punto del continuo entre los dos extremos elijo, más cerca del extremo más arriesgado o del más conservador, pero conviene mucho que esos extremos sean a su vez lo más certeros posible. Los antiguos hablaban de la prudencia como la virtud intelectual de bus- car los puntos de equilibrio en cada situación, sin dejarse arrastrar por los extremos presentes en ella sino eligiendo racionalmente lo que conduce mejor al desarrollo de la cadena de me- dios y fines que hemos planeado. Desde ese punto de vista, la capacidad de endeudarse se parece a la velocidad de un coche. Cuanto más nos endeudamos, con más recursos ajenos contamos para nuestros proyectos, y estos van más deprisa. Pero, al mismo tiempo, cuanto más deprisa van, más inestables se vuelven: mayor es el peligro de que esos proyectos derrapen en cada curva y nos saquen de la carretera, no permitiéndonos devolver los préstamos. Y, sin embargo, también sería impruden- te dejar el coche parado por no correr ningún riesgo. La prudencia busca el equilibrio personal- mente adecuado entre aceleración de los proyectos y riesgo asumido. La prudencia personal se ve desafiada por el hecho de que esa relación entre aceleración y riesgo puede ser no-lineal. Por ejemplo, si la causa es una crisis económica, una baja del producto na- cional de 3% no conlleva un aumento de los impagos hipotecarios del 3%, sino bastante mayor, porque no supone una disminución uniforme de los ingresos de las familias en un 3%. Algunas familias no notan la crisis, o la experimentan como un pequeño descenso de los ingresos que les permite, de todas formas, seguir pagando la hipoteca. Otras familias pierden todos los puestos de trabajo formal que tenían, y dejan de pagar sus deudas, hipoteca incluida. El promedio será un 3% de decrecimiento, pero el impago viene determinado realmente por una combinación compleja de empleo + ingreso, de la cual sabemos que disminuye en una crisis, pero no sabemos cuánto hasta que sucede. Lo que se dice a nivel individual, puede decirse igualmente del conjunto de la economía. Una economía en que no se prestara o se invirtiera sino a tiro hecho, sería una economía paralizada en buena medida, donde quien quisiera correr riesgos no hallaría financiamiento y debería detenerse. Algo así le ocurre a las empresas con el colapso del crédito al momento de escribir estas líneas, ojalá ya no al momento de leerlas. Por otra parte, una economía en que cualquier propuesta, no importa cuán descabellada, en- contrara financiamiento, sería una economía que iría muy deprisa pero con demasiados colap- sos. Acabaría por amenazar a las mismas entidades financieras, que verían reducirse la confian- za de los agentes individuales en ellas, y eso a su vez frenaría el otro lado de las finanzas, el lado de la colocación de los ahorros.
LECTURAS MFIA Ética de las Finanzas LIBRO 6
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