6 Ética de las Finanzas 180718
63 Primera parte
Una tentación imprudente, sin embargo, consiste en reducir el complejo sistema humano-so- cial resultante de la interacción de tantos agentes tan distintos, a un sistema más lineal, anali- zable por semejanza con los sistemas naturales. Un ejemplo claro de esto es la Microeconomía neoclásica de finales del siglo XIX y comienzos del XX que, como dijimos, sigue haciendo la base de nuestra enseñanza de la Economía y de otras ciencias sociales. Todos los agentes tie- nen allí una sola motivación, maximizar su beneficio por euro si están del lado de la oferta, su utilidad por euro si están del lado de la demanda. En la teoría todos cuentan con unas capaci- dades cognitivas y de cálculo que ninguna persona real posee. y se plantean unas preguntas sobre el estado de equilibrio final del sistema que a pocos interesan. A los agentes económicos reales les preocupa más la supervivencia y no quedar excluidos de la economía. La teoría económica utiliza simplificaciones para transformar un sistema complejo y no lineal en uno más fácil de analizar que permita extraer conclusiones. El problema es que simplificar el sistema para hacerlo más manejable matemáticamente, puede llevar a conclusiones erróneas. Se pretende elaborar una “física social” con el mismo éxito predictivo que la física natural de Newton. Hacerlo puede considerarse un ejercicio interesante, que en algunos casos arrojará resultados realistas y en la mayor parte de ellos establecerá solo uno de los límites del sistema. La imprudencia aparece cuando además de hacer las matemáticas neoclásicas (o cualquier otra, para el caso) se cree en ellas. Es decir, se cree que por ese camino se está efectivamente describiendo la realidad, o se llegará a ello algún día gracias a una progresiva sofisticación de las matemáticas; cuando el problema se encuentra, para empezar, en las simplificaciones que hacen la situación matematizable y tratable con herramientas como el análisis o la topología. Esa forma de imprudencia que confunde el sistema real con lo que podemos saber de él con nuestras herramientas teóricas, es frecuente tanto en el mundo profesional como entre los po- líticos de ideología liberal o comunista. Un economista debe hacer matemáticas, puesto que se ocupa de objetos contables que admiten números. Es lógico que se vea tentado por creer en cualquiera que le ofrezca unas matemáticas con las que analizar la realidad social, independien- temente del realismo de estas. Pero, si quiere mantener el uso prudente de sus saberes, hará bien en ser un conocedor de esos saberes, no un creyente. El problema de la prudencia se expresa también en la relación de las personas con la deuda. Hay una prudencia microeconómica consistente en no endeudarse (y/o no prestar) más allá de lo que se podrá repagar. Lo que se podrá repagar resulta incierto porque es asunto del futuro; se encuentra en un abanico: si todo me va lo mejor que razonablemente cabe esperar, mi capa- cidad de repago será esta; si todo me va lo peor que razonablemente cabe temer, mi capacidad de repago será esta otra. Lo que razonablemente me cabe esperar o temer, debe venir a su vez bien estimado, evitando los sesgos de un exceso de ‘optimismo’ o de ‘pesimismo’ que, en este caso, serían dos maneras de engañarse a sí mismo.
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