6 Ética de las Finanzas 180718
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de optimismo (el mayoritario) o de pesimismo (para una minoría) que nos llevan a suponer que ocurrirá el caso más favorable o más desfavorable de los posibles, o una combinación de am- bos (el caso más favorable si esperamos pérdidas; el más desfavorable si esperamos ganancias) de manera más o menos independiente de su probabilidad (ver Kahneman, 2011). En un mundo en que pudiéramos reducir razonablemente toda incertidumbre a riesgo cuanti- ficable, sin todos estos problemas de la probabilidad y del sujeto que la estima, cada problema financiero tendría quizás una solución técnica. Se necesitaría entonces la virtud de la justicia en el sujeto para emplear esa respuesta técnica de manera beneficiosa para todas las partes involucradas, y no beneficiosa para algunas a costa de la explotación de otras. Esa justicia sería la virtud fundamental. Sin embargo, como acabamos de ver, el mundo real está afectado por formas diversas de in- certidumbre que no pueden reducirse bien a riesgo; y el sujeto que calcula ese riesgo está ses- gado desde el punto de vista cognitivo o emocional, a menudo inconscientemente. El intento profesional ha de hacerse, sin duda, pero las decisiones no pueden basarse únicamente en los resultados de estos cálculos de riesgo. La virtud fundamental de las finanzas consiste así en operar fructíferamente en un mundo incierto, sacar adelante proyectos en él, financiarlos y co- locar los ahorros en medio de sistemas multifactoriales y no lineales, que no controlamos bien. Con otras palabras, la virtud fundamental de las finanzas es saber integrar las diversas señales que recibimos de la realidad en una conclusión acertada sobre qué hacer: es la prudencia. Las enfermedades morales que corresponden al estado sano que la prudencia describe, son males de la relación de la persona con su futuro. Algunos son en realidad cognitivos, derivados de nuestra limitación para comprender un mundo formado por una gran cantidad de otras personas. Nuestro ideal evolutivo parece consistir en poca gente bien conocida a nuestro al- rededor, y por el resto un entorno natural regido siempre por las mismas leyes que podemos descifrar. Nuestra mente parece estar hecha para intuir al otro cercano, si lo conocemos mucho, y para entender la naturaleza. Ambas tareas se nos dan bastante bien, en ellas alcanzamos éxi- tos que constituyen modelos nuestros de conocimiento (por ejemplo, lo que una madre sabe de su hijo, o lo que un científico sabe de física). La cosa cambia cuando se trata de un gran número de sujetos, en última instancia libres en sí mismos y desconocidos para nosotros, que interactúan de múltiples maneras sobre la base de principios heterogéneos de unos a otros, y también dentro de la misma persona con el tiempo, la cantidad en juego, etc. El resultado es un sistema complejo, con numerosos bucles de retro- alimentación, en el que es difícil orientarse. Orientar la acción es precisamente la tarea principal de la prudencia en este contexto. De quien la posee, decimos que tiene “buen olfato” para lo que va pasando.
LECTURAS MFIA Ética de las Finanzas LIBRO 6
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