6 Ética de las Finanzas 180718
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de estas personas no es un fenómeno personal sino social: lo reciben de las cadenas de trans- misión cultural de las que forman parte, igual que la forma de vestir o de comer.
Pues bien, la cuestión es si la cultura occidental moderna coloca el dinero en el lugar del bien que se busca por sí mismo, siendo la propuesta clave de la sociedad para la felicidad de sus miembros, que somos nosotros. Eso parece seguirse de la visión ‘microeconómica’ de la vida, típicamente moderna y muy popular en las ciencias sociales actuales. Bajo este paradigma cualquiera que venda algo en un mercado, desde su trabajo a bienes y servicios, pasando por activos financieros, busca maximizar su beneficio para un riesgo asociado. Maximizar es un término absoluto: no es hacer rendir el dinero, el esfuerzo o el riesgo al máximo para un cierto propósito, sino que ese rendimiento alcance el máximo, independientemente del propósito al que se destine. De hecho, uno de los propósitos posibles es producir más dinero, reinvertir el beneficio. Si la dinámica de acumulación está bien diseñada y funciona dado el entorno, tenemos cada vez más dinero. Ahora bien, como hemos visto, dinero es poder, el poder de obtener en el mercado la colaboración de otros para nuestros proyectos con base en su propio interés. El dinero que busca hacerse más grande a sí mismo, es una variante del poder que busca engrandecerse. Ge- nera en torno a sí una dinámica de competencia, que como es comparativa, nunca se satisface. A menos que se llegue al monopolio de la riqueza y/o del poder. En Microeconomía esa es solo la mitad de la historia; la otra mitad son los consumidores, fami- lias en su mayor parte. Las empresas también consumen, bienes intermedios sobre todo, pero ciertamente las familias son más numerosas y como de ellas depende la demanda final, quizás más influyentes. En las familias no puede decirse que el dinero sea el fin último, o que nos encontremos frente a maximizadores de su propiedad. Al revés, casi por definición una familia tiene que ser una comunidad. Puede ser otras cosas a la vez, pero ciertamente lo más lejano a ella, o lo más secundario en ella, es un mercado, donde no sería posible criar bebés ni cuidar a enfermos o ancianos que no puedan pagar a los demás, dos actividades típicas de las familias. Sin embargo, también puede decirse que la modernidad ha afectado la cultura de las familias por el lado del ingreso, es decir, en cuanto son vendedoras de su propio trabajo y/o sus aho- rros. Esto es simétrico a lo que ocurre a las mismas familias por el lado del consumo. Si consu- mimos en el límite, no ahorraremos o nos endeudaremos. Entonces nuestra vulnerabilidad al desempleo aumentará, porque no tenemos reservas para buscar trabajo con calma. En vez de la codicia en el contexto de la competencia, privilegio tal vez de unos pocos, quizás nos mueva el miedo en el contexto de la misma competencia: el miedo a ser excluidos y desplazados de la posibilidad de realizar cualquier proyecto, precisamente porque antes realizamos uno en que se daba valor por sí mismo al consumo, y ese proyecto nos dejó cortos de reservas o abierta- mente endeudados.
LECTURAS MFIA Ética de las Finanzas LIBRO 6
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