6 Ética de las Finanzas 180718

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¿Quién tiene razón? Nuestra opinión es que tienen más razón los “antiguos”que los “modernos”, esto es, que la clave de la vida moral es más equilibrar que maximizar; y que los bienes en torno al dinero, con ser verdaderos bienes, han de comprenderse solo como medios para fines que consisten en calidades de persona y de relación. De eso pasamos a ocuparnos ahora. Como decimos, la relación de la persona con el dinero, y más en general con la riqueza en espe- cie o en metálico, ha sido un tema importante en la Ética desde antiguo. Esto probablemente es porque la riqueza, en forma de bienes o dinero, puede convertirse en el centro de la vida, un objetivo que se busca por sí mismo, en la medida que permite alterar el orden de las accio- nes, sus resultados intermedios y su objetivo final. El objetivo final de la persona deja de ser la felicidad, y pasa a ser el poder conseguido a través de la posesión o el control de dinero; o más exactamente, la felicidad se pone en la posesión o el control del dinero. ¿De dónde le viene ese poder al dinero? El dinero pone a los otros a nuestro servicio por su pro- pio interés, y en ese sentido de manera voluntaria. Funciona primordialmente en relaciones de mercado, que luego pueden ser usadas como puerta de entrada para otro tipo de relaciones. Por ejemplo, una persona contratada por una empresa se une a ella por una relación de mer- cado, el contrato laboral, pero eso es solo la puerta para su incorporación a una organización burocrática que, por dentro, le inserta en una jerarquía y en un esquema de reglas iguales para todos. Los tipos de relación se trenzan unos con otros en las relaciones más complejas de que formamos parte, pero no es lo mismo buscar por sí misma una cosa que otra. En este orden –o desorden– en que una cosa es querida, estriba la consideración clásica de la moderación como virtud relativa al dinero. Aristóteles, por ejemplo, distingue al comienzo de su Política entre la economía y la crematística. La economía busca poner las bases materiales de la vida del hogar y de la ciudad. El dinero que se maneja con sentido económico es medio para un fin distinto a sí mismo, porque la casa y la ciudad no existen para hacer dinero, sino que tienen un valor en sí que deriva del tipo de relaciones personales y comunitarias que se entablan en ellas. La crematística, por su parte, que Aristóteles ejemplifica con los comerciantes profesionales, es el oficio de hacer dinero por sí mismo, como fin último, aunque con ello hayan de sufrir la casa y la ciudad. Lo que era un medio para un fin distinto, se vuelve el fin último. Se observará el matiz contenido en la idea de Aristóteles. Lo esencial no es cuánto deseamos el dinero o la riqueza, sino dónde lo colocamos en la cadena jerárquica de medios y fines. De- searlo mucho puede significar que tenemos una gran cantidad de buenos proyectos que llevar adelante con la ayuda de otros, y para eso necesitamos dinero, quizás también otros recursos sociales. Una persona con menos proyectos necesitará quizás menos colaboración, recurrirá menos al mercado para obtenerla, y precisará menos dinero. Pero, en ambos casos, el dinero sigue siendo un medio, que se emplea más o menos según convenga a nuestros proyectos.

LECTURAS MFIA Ética de las Finanzas LIBRO 6

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