6 Ética de las Finanzas 180718
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Tenemos así unas primeras conclusiones:
(i) Nuestras decisiones se insertan en largas cadenas de medios y fines.
(ii) La racionalidad de esas cadenas puede pensarse como una combinación de la racionali- dad del fin último (su capacidad de sostener lo que se pide de él) y la racionalidad de los fines-medios intermedios (su adecuación al fin último, dados los recursos de la persona). (iii) En cada decisión gestionamos a menudo una escasez compleja, consistente en la escasez de bienes materiales por una parte, y de cualidades personales y relacionales por otra, las cuales siguen lógicas distintas.
LECTURAS MFIA Ética de las Finanzas LIBRO 6
Pasemos ahora a introducir al otro en la figura, preguntándonos por los diversos mecanismos de colaboración entre las personas en una sociedad.
3.3. LAS FORMAS DE COOPERACIÓN HUMANA
Podemos pensar la cooperación entre las personas como una composición de diferentes mo- delos relacionales, semejantes a los que presenta Alan P. Fiske en Structures of Social Life . Simpli- ficando el esquema de este autor, vamos a considerar aquí tres modelos básicos de coopera- ción en una sociedad moderna: • La comunidad , en la que borramos las diferencias de identidad con el otro hasta el punto de que su bienestar constituye nuestro propósito. El ejemplo más claro es la familia, pero también puede haber relaciones comunitarias entre amigos, en el vecindario, etc. • La organización , que está compuesta por una relación jerárquica con los niveles superiores e inferiores, y una relación de igualdad (iguales reglas) con quienes están al mismo nivel que nosotros. El ejemplo más obvio de organización, al que todos pertenecemos, es el Estado. Pero también son organizaciones la empresa o la universidad, por ejemplo.
• El mercado , en que cada uno aumenta su utilidad intercambiando voluntariamente con otro.
La más liviana de estas relaciones es, sin duda, la de mercado. Para entablarla basta, ha bastado históricamente, con poco más que el lenguaje de señas y una aritmética elemental comparti- da. Ni siquiera es preciso hablar la misma lengua. Es más, como los fenicios demostraron en la Antigüedad, ni siquiera hay que encontrarse físicamente para negociar (Herodoto, citado por Bernstein, 2008: 21). No hay que saber del otro más que lo que tiene para ofrecernos y lo que
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