6 Ética de las Finanzas 180718
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Nosotros no entraremos en esa discusión aquí, porque afecta al sentido de la vida de cada cual más de lo que interesa a este texto, aunque mucho recomendamos a nuestros lectores una re- flexión sistemática sobre el tema. Notaremos sin embargo que una vez que hemos definido la felicidad comoquiera que sea, nuestras actividades o bien pueden situarse dentro de una cadena de medios y fines que conduce a esa felicidad, en cuyo caso tiene todo el sentido realizarlas; o bien se sitúan al margen de esas cadenas, sin hacerlas avanzar, y en ese caso o bien presentan un problema de sentido –¿para qué las hacemos si no contribuyen en nada?–; o bien contradicen o se oponen a la consecución de la felicidad que deseamos, en cuyo caso resultan irracionales. Como dice el refrán castellano, “deshacemos con los pies lo que hacemos con las manos”. Hay así dos niveles primordiales en los que cabe hablar de razón. El primero es si hemos respon- dido adecuadamente a la pregunta: ¿cuál es el bien último de nuestra vida?, ¿de qué espera- mos la felicidad? Es una pregunta nada fácil, pero a la que caben respuestas válidas e inválidas, porque aquello de lo que esperamos la felicidad ha de ser capaz de dárnosla, de constituir un bien que se busca por sí mismo y no por otro. Si pensamos, con Kant, que las cosas son en todo caso útiles para algo pero las personas tienen dignidad propia, quizás notemos que la felicidad consiste en alguna manera de ser persona, o en una relación con otras personas. No buscaremos la felicidad en el terreno de nuestra relación con las cosas, las cuales quedarán para medios. Si, por el contrario, definimos la felicidad como la relación con alguna cosa, la estamos poniendo en un objeto que no es capaz de desempeñar la tarea de fin último, igual que una mosca no es capaz de hablar. Atribuirle a la mosca tales o cuales palabras probablemente no tenga que ver con ella sino con nuestro estado mental. El segundo sentido de la racionalidad, una vez que hemos definido cuál es el bien que vamos a perseguir por sí mismo y este resulta ser racionalmente plausible, consiste en organizar todas las cadenas de medios y fines de nuestra vida de manera que conduzcan a ese fin último, al me- nos en la considerable medida en que esas cadenas dependen de nosotros. Ya habíamos dicho que las actividades al margen de la felicidad presentan un problema de sentido, y que las acti- vidades contrarias a la felicidad son irracionales, contradictorias porque decimos perseguir un fin y en realidad con algunas acciones perseguimos otro que no es compatible con el anterior. Supongamos que uno de mis fines intermedios es mantener cierto peso, para a través de ello vivir más sanamente, etc. Organizo determinada cadena de medios de alimentación y ejercicio para ese propósito; pero al mismo tiempo no me resisto a comer chocolate cada vez que paso por un lugar donde está a la venta. Como el chocolate está a la venta básicamente en todos los lugares donde se vende comida, consumirlo en tales cantidades probablemente me producirá placer, pero contradice mi otro propósito de mantener cierto peso. Es por tanto irracional. Por supuesto, si no voy a cambiar mi conducta respecto al chocolate, podría cambiar quizás mi proyecto vital, y hacer que el placer sea un fin más importante que la salud, en la cadena que lleva finalmente a la felicidad. Entonces recuperaría la coherencia racional entre medios y fines,
LECTURAS MFIA Ética de las Finanzas LIBRO 6
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