6 Ética de las Finanzas 180718

47 Primera parte

Y si lo han elegido así libremente, es que podían haber elegido algo distinto: emplear otro cál- culo (por ejemplo, el de un satisfactor al que le bastara con una ganancia moderada y no bus- cara más una vez llegado a ella), o bien decidir sin cálculo (persiguiendo, por ejemplo, un cierto equilibrio de relaciones consideradas todas valiosas, numéricamente inconmensurables entre sí). El agente no estaba en alguna medida “racionalmente obligado” a realizar lo que el cálculo microeconómico le mandaba. Dicho con otras palabras, maximizar la relación beneficio / coste para un cierto riesgo no era su única alternativa racional, de manera que todas las demás deban tenerse por económicamente irracionales. El enfoque de la ética que viene de más antiguo, perfectamente vivo hoy en todas las éticas humanistas, sabía esto. Una forma de acercarse a este problema consiste en considerar los proyectos humanos en su integridad. Ya señalamos que vivir humanamente es proyectar. Sabemos más de alguien, de su interioridad como persona, cuando conocemos sus intenciones, la forma en que se proyecta a sí mismo hacia el futuro, que cuando sabemos su pasado, de dónde viene y lo que es ahora. De hecho, el conocimiento de la historia de la persona nos sirve para hacernos una idea parcial de sus intenciones, de lo que puede esperarse o temerse de ella, pero sabemos que no está determinada por ese pasado. No nos sorprenderá que su futuro incluya planes de ruptura con algún aspecto de su propio pasado que no le gusta; por ejemplo, que haya decidido dejar de fumar o reconciliarse con algún adversario. Justo la medida en que consiga realizar esa ruptura que se propone, la tomaremos como indicador de su “fuerza de voluntad”, esto es, como una señal de que la persona está bajo control de sí misma y no de su pasado. Pues bien, así considerado, el proyecto de la persona puede ser pensado como un sistema complejo de medios y fines. Los fines intermedios son en realidad medios para otros fines situa- dos más adelante, por así decir. Venimos a clase (medio) para aprobar la asignatura (fin); aproba- mos la asignatura (medio) para graduarnos (fin); nos graduamos (medio) para poder mejorar de puesto de trabajo (fin); tal vez queremos mejorar el puesto de trabajo (medio) para ganar más dinero y/o hacer algo más de acuerdo a nuestras inclinaciones (fines), etc. Para designar a ese sistema de medios y fines, “red” sería quizás mejor, pero usaremos la palabra “cadena” porque la red evoca en el habla general un sistema sin dirección, y si algo es claro en la relación medios-fi- nes es que efectivamente hay una dirección. Cada una de las muchas cadenas de medios y fines que llevamos adelante cotidianamente, con- tinúa hasta que llegamos a un fin que ya no es medio para ningún otro. Es, por así decirlo, un fin supremo. Los filósofos antiguos sostenían que ese fin que se busca por sí mismo debe llamarse felicidad, y pasaban entonces a discutir en qué consiste la felicidad propia de la persona humana. 3.2. DESDE LOS PROYECTOS EN SU INTEGRIDAD

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