6 Ética de las Finanzas 180718

43 Primera parte

y nos revela al menos en parte la estructura a la que realmente nos enfrentamos. Pero, como es lógico, necesitamos el conocimiento para evitar las crisis antes de que ocurran, no para ex- plicarlas una vez que han ocurrido. En ese sentido, la complejización del sistema limita el valor de nuestro conocimiento estadístico del pasado; más aún en el caso de los grandes sistemas, como el financiero, de los cuales tenemos series muy limitadas de datos. De lo que no hay duda es de que una crisis en el sistema financiero afecta al corazón del sistema económico. La mayor parte de las actividades de producción o consumo de alguna impor- tancia utilizan el crédito, esto es, los ahorros de los demás, para financiarse. La nuestra es una economía apalancada de sujetos que están regularmente endeudados, esto es, que están uti- lizando ya el dinero que ganarán, esperamos, en el futuro. A esto le dedicaremos más atención en el capítulo próximo. Ello sin duda afecta a todas las partes en cada contrato, y plantea en sí mismo el problema ético de que el precio del dinero va asociado a la percepción del riesgo, y esa percepción no depen- de únicamente de los datos disponibles, sino también de la lectura que se haga de ellos de cara al futuro. Más aún, como ya hemos mencionado y desarrollaremos en más extensión en un ca- pítulo posterior, el comportamiento de los actores con un dinero que no es suyo, introduce un elemento adicional de riesgo, el llamado riesgo moral. Hay pues un ingrediente de subjetividad involucrado en cada contrato financiero, irreductible a técnica estadística. Reducir la incertidumbre, permitir la objetivación de los riesgos hasta donde sea posible y por tanto prestar estabilidad al cálculo económico, es la función social más importante de los bancos centra- les. A ellos corresponde mantener el valor de la unidad de medida, el dinero, a lo largo del tiempo. Para ello debe aceptarse una inflaciónmínima a fin de quedar siempre separados de una deflación que paralizaría la economía; pero al mismo tiempo esa inflación debe ser controlada y previsible. Ello supone evidentemente una opción moral. Hemos indicado cómo desde el punto de vista de la prudencia: si la unidad en que se mide el desempeño económico conserva su valor en el tiempo, los riesgos pueden medirse mejor y el cálculo económico se facilita. Particularmente lo hace el cálculo financiero, con su intrínseca dimensión temporal: ¿cómo saber si una tasa de in- terés es atractiva para la inversión si, por un lado, no sabemos cuán arriesgada es esta, y por otro lado, no hacemos alguna suposición sobre la inflación en el periodo de la operación? En un en- torno de incertidumbre sobre el valor del dinero y los riesgos del apalancamiento, como el que un banco central poco atento a su misión puede provocar, menos inversiones tienen lugar, por tanto menos iniciativas económicas salen adelante. Solo aquellas que prometan creíblemente altas rentabilidades en periodos cortos, encontrarán financiamiento. Al final, se resiente la coo- peración económica, la tendencia de cada persona a sacar adelante sus proyectos ayudando y ayudándose de los proyectos de los demás.

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