6 Ética de las Finanzas 180718

37 Primera parte

mo permite también a las operaciones a larga distancia, tal vez internacionales, ocurrir a partir de ahorros colocados a corta distancia, tal vez en una sucursal del vecindario.

La movilidad geográfica del dinero ha venido siendo favorecida por las tecnologías de la infor- mación y las comunicaciones. Al fin, hoy en día el dinero no es más que una cifra en la pantalla de un ordenador, que puede viajar a la velocidad de los impulsos electrónicos. Como vimos, ello permite formas problemáticas de trading , marcadamente especulativas, que son realiza- das por máquinas y no por personas y en las que cabe preguntarse por el significado ético de cada decisión.

EL MANEJO DEL RIESGO

Las operaciones financieras suponen, por tanto, una dimensión temporal: pagos que ocurren en el futuro sirven de contrapartida a pagos actuales o pasados. Al introducir el tiempo, se entra en el terreno de lo incierto, porque el futuro es incertidumbre. Esto es así respecto a nuestro propio futuro, pero más todavía respecto a un futuro en que debe actuar otro. Podemos controlar nuestros propios actos hasta cierto punto, pero tenemos muy poco control sobre los ajenos. Sobre los actos ajenos que afectan nuestros intereses se presenta el problema del riesgo moral (moral hazard) , sobre el cual hablaremos en un capítulo posterior: cualquier desalineación de intereses o de otras motivaciones, puede resultar en que la contraparte no actúe de acuerdo al contrato financiero que firmó, sino de manera que ponga en riesgo mayor la posibilidad de cumplir sus compromisos. Como veremos, en muchos casos ese mayor riesgo no puede ser detectado sin información interna acerca de la contraparte. Pero además tenemos el problema de la incertidumbre propiamente dicha, que nos afecta a nosotros tanto como a los demás y al entorno. A pesar de nuestros esfuerzos, no podemos controlar el futuro ni saber cómo será. La estadística nos ayuda en los grandes números, pero parte del supuesto de que el futuro se parecerá estructuralmente al pasado, lo que puede o no ser cierto. Y en los pequeños números, para la contraparte con la que interactuamos por pri- mera o segunda o tercera vez o para el suceso del que no hay muchos precedentes históricos, carecemos incluso de la descripción del pasado que nos permitiría saber algo sobre su futuro. Cuanto mayor es la distancia temporal en la corriente de pagos, más probable resulta que el futuro sea estructuralmente distinto al pasado, o que un evento o comportamiento imprevisto invalide nuestra estimación de riesgos, de una manera que no podemos prever dada la com- plejidad del sistema físico y social. Por eso, en general, las tasas de interés para el mismo género de inversión suelen ser mayores cuanto más largo el plazo, con la excepción de los plazos muy cortos en que se supone que el tiempo no es el factor dominante.

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