6 Ética de las Finanzas 180718
243 Cuarta parte
Todas ellas comparten, sin embargo, una variación importante con las finanzas regulares respec- to a los clientes que colocan sus ahorros en la institución. En la institución financiera estándar todo lo que se requiere del cliente (sobre todo después de la crisis) es que tenga clara la transac- ción entre rentabilidad y riesgo en que quiere entrar. Se asume que este cliente es un maximiza- dor del retorno sujeto a una cierta actitud frente al riesgo, la cual forma parte importante de su estrategia inversora. Legalmente, la institución está obligada a conocer el perfil de riesgo ante el que se halla, y ofrecer al cliente solo productos que respondan a ese perfil, advirtiéndole además de los riesgos en que incurre con ello. Lo que la institución espera, y en principio le basta, es que el cliente busque maximizar su ganancia en ese marco. La institución financiera ética está sujeta a las mismas limitaciones legales de procedimiento pero además tiene que establecer un vínculo ético con el ahorrista. Este no comprará los pro- ductos de la institución ética porque le ofrezcan mayor rentabilidad para un cierto riesgo, sino porque le ofrecen rentabilidad suficiente para ese riesgo al mismo tiempo que le garantizan que está apoyando una causa que le convence moralmente. El ahorrista típico de una institución ética no es un maximizador del retorno sino un satisfactor en ese campo, alguien que se da por contento con cierto rendimiento y utiliza la libertad interior que ello le otorga para decidir también con base en sus otras convicciones morales. Como puede verse, se trata de un cliente especial en el sentido de que su función interna de decisión tiene una estructura diferente a la del cliente estándar: no supone que la moral de una inversión se reduce a la ley; no la deja por tanto enteramente en manos de la institución financiera y su supervisor; sino que al declararse satisfecho con un cierto rendimiento, ello le permite elegir productos financieros también por el perfil moral que le garanticen. Por así decirlo, es un sujeto moral activo, no meramente pasivo frente a las decisiones de otros. Detrás de ello hay una comprensión más certera que la del cliente estándar acerca del signi- ficado moral de la inversión. Como ya habíamos notado, invertir en algo (aunque sea con la mediación de un banco, un fondo, etc.) significa hacer ese proyecto posible a través del crédito y beneficiarse de que tenga éxito a través del interés. Es básicamente imposible decir que uno no tiene responsabilidad moral por algo que contribuye a hacer posible y de lo cual se beneficia. Aunque el ahorrista no participe directamente en el riesgo del emprendedor, de todas formas su decisión tiene un significado moral que va mucho más allá de la maximización de su propio beneficio. Dicho con otras palabras, ese significado moral no se refiere solo a lo que el ahorrador recibe de la inversión, sino también al otro lado de la transacción, a aquello en lo que se utiliza su dinero. Las finanzas éticas ofrecen canales para la realización concreta de las aspiraciones mora- les de sus clientes: no solo les hablan de los beneficios que ellos obtendrán con sus productos, sino también de los beneficios de otros y de la sociedad a los que contribuirán gracias a las op- ciones éticas incorporadas en el diseño del producto mismo. Y proponen al ahorrista asociarse moralmente también a esos segundos beneficios, a través de su decisión de invertir.
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