6 Ética de las Finanzas 180718

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no va a ser fácil. Tenemos experiencia en Europa de las dificultades de ceder competencias a las instituciones comunes, para la construcción europea. Mucho más complicado, aunque nece- sario, será ese proceso a nivel mundial. Y ello no solo en la supervisión y regulación financieras: también hay que buscar mejores mecanismos para redistribuir la renta a nivel global. Y para todo ello es preciso potenciar los valores éticos en las personas y la sociedad. En todo caso tengamos siempre en cuenta una importante máxima de la economía: “los seres humanos respondemos a los incentivos”. Es muy importante que seamos conscientes de ello. Tales incentivos pueden ser monetarios o no monetarios (afecto, reconocimiento, prestigio…). En consecuencia deberemos ser muy cuidadosos sobre cómo está montado el sistema de in- centivos tanto a nivel de las organizaciones como a nivel social: lo que está positivamente in- centivado es lo que vamos a promover, y viceversa. Si el que trabaja y se esfuerza es un “pringa- do” y el que se lleva el dinero sin dar un palo al agua es un “lince”, el propio lenguaje está dando incentivos perversos. Frente al “paradigma de los setenta” basado en un agente “racional”, del que hemos hablado en el capítulo como doctrina oficial de las Finanzas actuales, se está abriendo paso el conductua- lismo, que estudia comportamientos financieros no tan racionales, o que representan otra for- ma de racionalidad. No es fácil predecir la solidez de esta nueva corriente, pero lo normal es que la colaboración de psicólogos y economistas nos ayude a entender mejor comportamientos financieros como las burbujas, las euforias o las hecatombes, pudiendo así tratar de prevenirlas. Para terminar este capítulo, pensemos en un planteamiento económico más general. Si que- remos conseguir mayores niveles de bienestar social, además del crecimiento económico, será preciso fomentar la solidaridad y la colaboración, y evitar la cultura del despilfarro. El crecimiento es conveniente, pero constituye solo un medio ordenado a otros fines: en los términos del epí- grafe 3.2, el objetivo último de toda organización social, también la económica, es el bien común. Los españoles construimos en el siglo XX un Estado del Bienestar del que, con sus lógicas li- mitaciones, creemos que podemos sentirnos orgullosos. Sin duda la crisis de 2007 y la propia evolución demográfica obligarán a hacer algunos ajustes, que confiamos que mantengan los pilares fundamentales del sistema. El reto para el siglo XXI es hacer algo parecido a nivel mun- dial. Para ello tendremos que adoptar, al menos en parte, la actitud idealista de nuestro perso- naje novelesco más famoso: Don Quijote; deberemos luchar por el ideal de una humanidad más justa, y, por tanto, más libre.

LECTURAS MFIA Ética de las Finanzas LIBRO 6

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