6 Ética de las Finanzas 180718
235 Cuarta parte
tos de seguros o los mercados de futuros. Y además, las finanzas corporativas ayudan a captar los fondos necesarios para las empresas y a invertirlos adecuadamente. En definitiva, las finan- zas son positivas para el desarrollo económico, y por eso se justifica que los que desarrollan esa tarea sean remunerados por ello. Pero esto no siempre funciona bien. La complejidad de los sistemas financieros, de sus entramados legales, su globalización, su propia dinamicidad, su capacidad de innovación, van alcanzando tal nivel que muchas veces los propios especialistas tienen dificultades para entender todos sus entresijos, por lo que el regulador a veces llega tarde y otras veces se equivoca. Por eso es importante desarrollar la autorregulación, respetando el espíritu de las leyes, no buscando recovecos para justificar ac- tuaciones incorrectas. Se trata de la pregunta ética: ¿beneficia nuestra actividad a la sociedad de manera que justifica lo que estamos ganando? En todo caso, los reguladores deben preocuparse de crear las condiciones para que las ganan- cias de los agentes financieros no sean tan escandalosas como lo son en ocasiones. Y aquí nos encontramos con la necesidad de una regulación global: si en España ponemos unos impuestos especiales a determinadas actividades financieras excesivamente lucrativas, pero que no tienen ese impuesto en Londres, lo único que conseguiremos es que tales actividades“emigren”a la ciu- dad del Támesis. Y podríamos poner otros muchos ejemplos. El negocio financiero en sí mismo es global, por lo que una competencia leal en finanzas exige reglas iguales; como antítesis de lo anterior, podemos recordar con cierta perplejidad las diferentes leyes de cajas de ahorros en las distintas comunidades autónomas españolas. Por eso debemos ir avanzando en la potenciación de instituciones supranacionales y globales que regulen el sistema financiero, así como el eco- nómico en general, idea repetida 2 en la que se va avanzando demasiado despacio. Un caso sangrante para muchos es la existencia de los paraísos fiscales y regulatorios, donde además de evitar impuestos, va a parar el dinero de multitud de actividades ilegales, desde la corrupción política al narcotráfico. Necesitamos una autoridad económica mundial, y sabemos que eso es difícil de articular: ¿cómo se elige?, ¿qué poderes debe tener?, ¿cómo se garantiza el cumplimiento de sus decisiones?… Hay muchas preguntas que aquí no podemos abordar, pero tal autoridad es cada vez más necesaria. En economía es bueno que los mercados se aproximen a la competencia perfecta, y para ello re- sulta necesario que haya muchos agentes y de pequeño tamaño. En la economía actual, el tama- ño es muchas veces un problema. Para algunos las economías de escala (o de alcance) justifican tamaños más grandes, pero también es cierto que disminuyen la competitividad de los mercados y tienden al oligopolio. En los mercados financieros esto ocurre con cierta frecuencia. Además, em-
2. Véase, por ejemplo, cómo la Doctrina Social de la Iglesia Católica la recoge repetidamente (Juan Pablo II, Centesimus Annus , nº 57 y nº 58; Bene- dicto XVI, Caritas in Veritate , nº 67; entre otros lugares).
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