6 Ética de las Finanzas 180718

21 Primera parte

que es el utilitarismo, presenta problemas epistemológicos serios. Un dicho ético resume esto afirmando que “somos responsables de nuestras acciones, no de sus consecuencias”. Y, como es lógico, difícilmente podemos soportar responsabilidad moral por aquello de lo que no tene- mos responsabilidad en general. Solo puede asignarse responsabilidad moral por las acciones cuyas consecuencias reales son las esperadas por quien toma la decisión; en ese caso, el sujeto se apropia tanto de la acción como de las consecuencias, que puede calcular de antemano y por tanto puede elegir. Casi sin querer, la responsabilidad nos sitúa en un territorio que sí será central en la concepción ética de nuestro libro: el de las relaciones sociales. Los fines e intenciones éticos no son solo individuales sino que pueden ser colectivos, por la asociación libre de una serie de individuos; o como resultado de la asociación forzosa realizada por el Estado. En buena parte por eso es tan importante la primera socialización moral, por ejemplo por eso existe la escuela pública: porque la infancia es la mejor edad para educar a alguien en los fines morales colectivos, en el abanico de proyectos de vida y formas de buscar la felicidad que una sociedad considera com- patibles con sus propios objetivos de vida en común. En una concepción más socialista habrá que transmitir más de esos objetivos; en una concepción más liberal, habrá que transmitir me- nos, pero siempre algunos. Cualquier grado intermedio es posible. Entrelazados en las relaciones sociales se encuentran los fenómenos de la autoridad moral y la legitimidad política a que nos referimos en el epígrafe anterior al hablar del lugar de los finan- cieros en contextos de crisis. No los explicaremos de nuevo sino que nos limitaremos a notar que ambos derivan de la coherencia entre palabras y hechos, que esperamos de cualquiera que pronuncie un discurso moral. Esa coherencia la hace creíble, impide que sus palabras sean tomadas por una cortina de humo, una serie de falsedades detrás de las cuales esconder com- portamientos cuestionables. La persona participa, con su moralidad propia, en lo que podríamos llamar la gran sociedad. Lo hace directamente y también a través de su participación en organizaciones. Estas pueden ser de diverso propósito, por ejemplo económicas como una empresa o un sindicato; políticas como un partido; o religiosas, como una iglesia. La mayor parte de las pertenencias a una o a otra organización son voluntarias, pero no en todos los casos: la pertenencia a un Estado, por ejemplo, puede no serlo; y la pertenencia a una iglesia puede no sentirse como voluntaria aun- que lo sea, si la elección fue hecha por otros dentro de una tradición. LA SOCIALIZACIÓN MORAL: INDIVIDUO Y SOCIEDAD PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES

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