6 Ética de las Finanzas 180718

147 Tercera parte

tener que cumplir la ley. Si lo pensamos un poco más, se están cargando sobre el eficiente las cargas del ineficiente; con la agravante de que el último puede acabar hundiendo al primero.

Hay muchas variedades de economía sumergida. Tal vez lo narrado más arriba esté entre lo más dramático, pero en todos los casos la economía es sumergida porque se hace de espaldas a la ley. Que tenga buenas consecuencias cuando es universalmente seguida, constituye en gene- ral un requisito necesario para la bondad moral de una ley, por tanto para su legitimidad. Así que podemos suponer en principio, si no tenemos una razón mejor en contra, que debemos (éticamente) actuar dentro de la ley; en este caso, dentro de la economía declarada. Se estima en el 20% del PIB el volumen que representa la economía sumergida en España, según la Fun- dación de Estudios Financieros (FEF, 2013), a la hora de escribir estas líneas. Pero trasladémonos ahora al nivel de la pyme que tiene grandes problemas para competir. El empresario y los trabajadores, saben que la “inmersión económica” no es buena (incluso desde un punto de vista egoísta corren importantes riesgos legales y de otro tipo); pero si tu compe- tencia lo hace, si las importaciones de terceros países te vuelven no competitivo… ¿es mejor cerrar la empresa o, con acuerdo de todos los directamente implicados, sumergirse temporal- mente? Conocemos empresas que se salvaron así en la crisis de los ochenta y luego reflotaron. Podríamos ver otros casos en los que actuar fuera de la ley (y no simplemente en cosas peque- ñas, como veíamos algo más arriba) puede ser necesario para la supervivencia de la empresa. Desde el punto de vista de las consecuencias del acto concreto podría ser una conducta acep- table: infrinjo la ley, aunque sea en algo importante, para así salvar la empresa y los puestos de trabajo. Si esto se hace de una manera temporal, como una situación transitoria, y con el acuerdo de los implicados, puede quizás justificarse éticamente. También podemos hacerlo en base a de- terminados valores, como puede ser evitar la pérdida de empleo real. Pero para quien aprueba solo los comportamientos que pueden volverse universales (o sea, que es deseable que todo el mundo realizara), este tipo de conducta resultaría muy difícil de aceptar. Incluso desde la ética de los derechos es muy probable que varios derechos de los trabajadores se vean transgredidos. Son sin duda situaciones problemáticas a las que las pymes, y de manera muy especial sus di- rectores financieros, han de enfrentarse, y para las que es difícil dar una regla general, aunque lo virtuoso aquí, algunas veces, tal vez consista en la valentía de prescindir de soluciones estándar y construir una solución ad hoc. Las grandes empresas pueden superar mejor gran parte de los problemas que hemos presen- tado. En primer lugar, el director financiero de una gran empresa va a ser, normalmente, mucho menos protagonista en este tipo de asuntos; otros directivos, que en las pymes no existen, y si existen muchas veces carecen de cualificación, como el director de producción, el de personal u otros, van a tener mucho que decir en algunos de los problemas planteados. Nos encon-

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