6 Ética de las Finanzas 180718
123 Segunda parte
ese individuo sino con una organización que cuenta con protocolos y directivas para manejar los casos, con políticas y estrategias para moverse en la sociedad. El trabajador debe actuar a partir de esos documentos y órdenes verbales, con mayor o menor libertad para adaptarlos, normalmente “poniéndoles rostro humano”, pero sin decidir por sí mismo sobre cómo tratar el fondo del asunto. La acumulación de decisiones acerca de cómo proceder corporativamente en cada caso for- man una suerte de “personalidad” colectiva, lo que llamamos una cultura de la organización. Así lo percibe cada ente externo que entra en contacto con la organización a través de sus empleados. Por su parte, cada nuevo trabajador es socializado en esa cultura, tanto formal- mente a través de los materiales y el proceso de inducción, como informalmente a través de los ejemplos que ve y los criterios de valoración que se aplican a los distintos tipos de trabajo y comportamiento. Las señales morales que se envían desde una organización hacia sus empleados no solo se encuentran en los documentos explícitos acerca de cómo proceder sino también en órdenes fórmales o informales que no dicen cómo sino solo qué, estableciendo objetivos por los que luego se valorará a los empleados. Esto puede ocurrir en las empresas financieras: los profesio- nales reciben objetivos que solo pueden alcanzarse a través de alguna forma de abuso ético de la buena fe del otro, pero jamás se sugiere desde la organización que tal abuso deba realizarse. Por otra parte, la empresa misma confirma la existencia de una cultura organizacional propia al enunciar en su código de empresa los valores por los que quiere ser conocida. Coincidan o no con los valores reales, al enunciar esos ideales se afirma la importancia de que la cultura orga- nizacional posea unos u otros rasgos. Es cierto que en cada sector se pueden encontrar organizaciones muy diferentes. De hecho, si la cultura organizacional de la nuestra nos parece moralmente asfixiante o contradictoria con nuestros valores personales y nuestra biografía moral, es preciso conservar siempre la libertad suficiente para cambiar de empresa. Esa libertad depende muy fundamentalmente de nuestra libertad para buscar. De entre todas las decisiones bajo nuestro control personal, la más importante al respecto es el nivel de en- deudamiento que hayamos contraído. La persona que haya asumido deuda hasta el límite de sus posibilidades actuales, tiene muy difícil la libertad para separarse de lo que está haciendo y buscar algo más satisfactorio desde el punto de vista moral, lo que generalmente toma un tiempo y puede terminar en una remuneración o unas perspectivas de ascenso profesional algo menores. Esta libertad para dejar el sitio donde estamos se posee con algunos ahorros o con deudas moderadas, pero se pierde con un endeudamiento mayor.
Made with FlippingBook - Online catalogs