TRABAJO EN EQUIPO, LIDERAZGO Y NEGOCIACIÓN
EL RETO DE TRABAJAR EN EQUIPO
CASO: UNA PERCEPCIÓN DISTORSIONADA
La primera vez que conocí a Juana, la jefa de departamento, la catalogué de persona arrogante, y fue por la manera como se dirigió a mí.
Lo hacía en un tono que me pareció altivo y no miraba a los ojos, como si se creyera superior...
Al principio me costó pero a medida que fuimos conociéndonos, la impresión que tuve el primer día fue cambiando para mejor. Categorización Imaginemos en nuestro interior una serie de contenedores a los que podemos llamar categorías. Cuando nosotros percibimos un objeto, de forma mecánica lo clasificamos y lo incluimos en uno de esos contenedores internos. Es una manera de poder ordenar el mundo, esto responde a la necesidad de orientarnos en la vida. Lo mismo ocurre cuando por primera vez nos presentan a una persona, le estamos atribuyendo una categoría, la hemos colocado dentro de uno de nuestros contenedores. Percibimos al otro y lo categorizamos a partir de un rasgo que sobresale, al que se denomina estereotipo. En ocasiones, el salto de un contenedor a otro puede ser un proceso rápido, pero en otros casos la atribución es perdurable. ¿Y si nos equivocamos? La primera impresión Al principio intentaba no coincidir con Juana, segura de que no estaría cómoda hablando con ella. En ocasiones hacía como si no la viera, para evitar relacionarme. Es fundamental la percepción mutua en un primer encuentro con el otro, ya que puede ser duradera y condicionar todo nuestro comportamiento. Nuestra impresión puede verse afectada por un reflejo condicionado. Las características de la persona pueden despertarnos un reflejo negativo (de temor, incomodidad, repelencia, etc.) o positivo (confianza, seguridad, etc.) Avanzar conscientemente en el conocimiento del otro es la solución a posibles primeras impresiones distorsionadas. La motivación El interés hacia la otra persona nos ofrece un conocimiento más fiable. Es importante estar motivados por conocer al otro. Si no es así es fácil quedarnos con la primera impresión y darla por buena. Cuando supe que nos tocaría trabajar juntas en el mismo proyecto, pensé que debía intentar acercarme a ella. Empezamos con encuentros casuales en la cafetería, a medida que la fui conociendo, descubrí que su presunta altivez no era más que una máscara que cubre una personalidad tímida y un tanto insegura.
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