6 Ética de las Finanzas 180718
75 Segunda parte
tadísticas mejor o peor justificadas por la realidad. Lo curioso es que las conclusiones finales son a menudo tomadas por predicciones científicas, olvidando lo que hubo que hacer con los datos para llegar a ellas, y olvidando también la calidad de recogida de los datos mismos. Estos no son meramente problemas técnicos sino también éticos, porque afectan a la prudencia con que tomamos los resultados de nuestro análisis, de la que venimos hablando como la virtud central de las finanzas. Tales resultados serán quizás lo mejor que nuestra ciencia puede ofrecernos, pero no necesariamente constituyen la verdad, porque en resumidas cuentas son producidos por la ciencia haciendo números a partir de números. La imprudencia consiste en tomarlos como ver- dad establecida sobre la que actuar, en vez de sopesar cuidadosamente el valor de realidad no solo de las ecuaciones sino también de sus inputs . Por ejemplo, una de las causas de la crisis de 2007, se ha dicho, se encuentra en que muchos modelos utilizados en finanzas empleaban la distribución normal para los riesgos (por ejemplo, de que un cierto precio se desviara de su valor promedio observado). En situaciones cercanas a la media, esa curva se ajustaba bastante bien a las observaciones, porque había muchas de ellas. Pero en contextos económicos anormales, más lejos de la media, simplemente no había observaciones suficientes como para saber la verdadera distribución. Se usaban entonces para el cálculo los valores inferidos de la curva normal. Sin embargo, esos valores resultaron infraes- timar el riesgo de acontecimientos extremos. Dicho con otras palabras, las caídas extremas de precios de valores e incluso de bienes que hemos visto con la crisis, eran más probables de lo que la curva normal predecía. Sin embargo, muchas personas e instituciones incurrieron en esos riesgos sobre el supuesto de que seguirían la curva normal cuyos valores centrales cono- cían mejor. Les sobró fe en la teoría y les faltó prudencia para saber cuándo la muestra se había separado tanto de los grandes números, que las afirmaciones de la teoría sobre ella eran en realidad una adivinación. El problema ético (y técnico) no se encuentra en emplear una distribución normal (tampoco había buenas razones para suponer otra) sino en dar por igualmente buenos los resultados para el centro de esa distribución, con muchos puntos en el pasado, y para sus colas, con muy pocos puntos. Un problema de prudencia: tan pronto como el sistema empezó a moverse ha- cia zonas menos exploradas de las distribuciones, hubiera sido prudente que la confianza en la ciencia disponible hubiera disminuido rápidamente. Como mencionamos en el capítulo anterior, además de este problema con los datos hay que tener en cuenta que cualquier forma de estadística, econometría o chartismo supone extender el comportamiento del pasado hacia el futuro. El supuesto implícito es que el futuro responderá a la misma estructura subyacente del pasado, variando solo los parámetros que consideramos. Esas metodologías manejan mal los cambios estructurales en el momento en que ocurren, es decir, cuando van a determinar el futuro pero no se encuentran incluidos en las series de datos
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