6 Ética de las Finanzas 180718

35 Primera parte

sociedad. Es pertinente preguntarse: ¿para qué sirven las finanzas a la sociedad? De la respues- ta a esa cuestión obtendremos las condiciones, tanto de organización como morales, bajo las cuales la actividad financiera constituye un bien y no un mal social; y por tanto las razones de su legitimidad y las direcciones de autorreforma o de reforma política que deban emprenderse. Esa pregunta es la que nos planteamos en este capítulo.

2.2. FUNCIONES MICROECONÓMICAS DE LAS FINANZAS

EL MANEJO DEL DINERO

La primera función social de las finanzas es, sin duda, canalizar el dinero de los ahorradores ha- cia los inversores, de forma que contribuya a la generación de riqueza. Quien tiene proyectos de inversión o gasto, sea un agente individual o colectivo, privado o público, no necesaria- mente coincide con quien ahorra, de manera que alguna mediación es precisa. Por ejemplo, las familias que emprenden gastos de largo plazo y las empresas que quieren invertir, están en necesidad de unos fondos que por lo general solo pueden encontrar en familias y empresas que ahorran a su vez. Se necesita algún mecanismo para tomar el dinero de las segundas y entregarlo a las primeras. Ese mecanismo de transferencia puede ser o bien mandatorio o bien voluntario. En el primer caso tenemos los impuestos, que definen la Hacienda y por tanto las finanzas públicas. La moti- vación para aceptar ese régimen no voluntario de cosas es el mismo acuerdo político que hace legítimo al Estado, y por tanto a los impuestos aprobados por el correspondiente Parlamento. Por desagradables que resulten, lo cierto es que los impuestos financian al Estado que realiza las transferencias entre grupos sociales en forma de dinero o de servicios. Sin impuestos no hay, en general, Estado, de forma que no puede quererse uno y no los otros. Pero el mecanismo no es voluntario: quienes no sienten esa motivación, son igualmente coaccionados a pagar por la fuerza pública: Hacienda, la policía, los jueces, las cárceles… Cuando se trata de contribuciones mandatorias, la motivación predominante es, por así decirlo, política. En este libro nos interesa el otro caso, el de las transacciones voluntarias desde el ahorrador a quien empleará sus ahorros. En este caso la motivación es de índole económica: quien presta su dinero para que otro lo invierta o consuma, estima que la combinación de la rentabilidad y los riesgos involucrados le es atractiva dada la liquidez de los activos que adquiere. Podemos poner como ejemplo el ahorro de parte del sueldo con vistas a invertirlo en Bolsa y ganar una plusvalía y unos dividendos. Lo que nos mueve en ese caso es probablemente una motivación interna en términos de rentabilidad / riesgo respecto a otras alternativas que nos están abiertas con parecida liquidez.

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