6 Ética de las Finanzas 180718

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En cada unos de estos casos los directivos se plantean un conflicto entre lo que puede ser más interesante para aumentar la rentabilidad de la empresa (o en ocasiones su viabilidad), aspecto en el que tienen su principal responsabilidad con los propietarios que les han nombrado, y su responsabilidad ante cada stakeholder concreto. Dejamos al lector analizar si cada una de las actuaciones es ética o no (según diferentes circunstancias), y también si es legal o no.

LECTURAS MFIA Ética de las Finanzas LIBRO 6

6.7. CONCLUSIÓN: LA DELEGACIÓN TAMBIÉN PRECISA DE LA ÉTICA

Los problemas de agencia y los conflictos de interés los podemos encuadrar en una proble- mática económica más amplia: la delegación. Siempre que delegamos en alguien corremos el peligro de que esa persona defraude las expectativas puestas en ella bien por incompetencia (tema que no estamos estudiando ahora) o por desviarse de los objetivos que le habíamos marcado. Para evitar esto la Economía de la empresa nos recomienda aplicar procedimientos de control por parte de los mercados y de las propias empresas (incentivos y control en sentido estricto). El derecho nos aporta alguna legislación y van apareciendo otros documentos, de cumplimiento voluntario como los códigos de buen gobierno, u obligatorio, como los códigos profesionales. Y además están los usos y costumbres propios del sector en que actuamos o del conjunto de la sociedad, que cimentan una buena reputación. Pero todo esto, siendo muchas veces positivo, no es suficiente. El mundo económico actual resulta enormemente complejo y las organizaciones empresariales, los mercados, el derecho… no son suficientes para controlarlo todo y garantizar que el “delegado” va a honrar la confianza del “delegante”. Si yo confío en el producto financiero que me ofrece mi banco, pues toda la vida lo he hecho así, corro el peligro de que esta entidad financiera me ofrezca aquello que más le interesa colocar, como ha sucedido en España con las participaciones preferentes o con acciones de las propias entidades en fechas todavía recientes, creándose un verdadero proble- ma social. También ha ocurrido que directivos de grandes compañías han considerado normal que la empresa les pague una lujosa vivienda, un jet privado o viajes muy caros, aparte de sus excelentes remuneraciones, aun sabiendo que todo eso va contra la cuenta de resultados y contra el dividendo que podría cobrar ese pequeño accionista que, en definitiva, es el que ha delegado en el directivo la gestión de la empresa. Estos casos, y muchos más que podríamos contar, ponen de manifiesto un fraude realizado por el que ha recibido la delegación, y, si bien pueden mantenerse en muchos casos dentro de la le- galidad, no son actuaciones éticas. Además, desde el punto de vista de las consecuencias para el conjunto de la sociedad constituyen actuaciones negativas. En efecto, estos comportamientos minan la confianza en las instituciones, obligan a redoblar los sistemas de control (lo que supone trabas para el buen funcionamiento del sistema), incitan a gastos superfluos e improductivos de

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