MANUAL NEUROMANAGEMENT

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Camaleones sociales

Hay personas con gran éxito social, pero que utilizan las habilidades sociales como un medio para lograr algo para sí mismos y no como un medio para hacer el bien, a uno mismo y a los demás. Si una persona busca ese éxito en sus relaciones humanas quebrantando los valores morales o traicionando sus principios, podrá ser un experto en causar buena impresión (en expresión de Mark Snyder, un camaleón social), pero fracasará en sus relaciones personales. Algunas personas caen en ese error como consecuencia de un deseo excesivo –a veces patológico– de ser querido y apreciado por todos. Ese deseo les lleva a aparentar de continuo lo que no son, y, en esa enfermiza carrera por ganarse el afecto de los demás, caen en una especie de mercantilismo emocional. Son personas que pueden llegar a tener una imagen excelente, pero unas relaciones personales muy inestables y poco gratificantes. Hay personas cuya torpeza en sus relaciones humanas proviene, simplemente, de haber recibido una escasa educación en normas de comportamiento social. Y cuando advierten esas carencias, puede invadirles un considerable miedo a saber manejarse con soltura ante los demás sin cometer errores que les parece que serían extraordinariamente ridículos. La falta de habilidades sociales suele generar una cierta ansiedad en quien la padece, al advertir su propia torpeza. Son personas a las que en su momento habría que haber enseñado –y seguramente aún estén a tiempo de aprender– cuestiones bastante elementales para la buena convivencia diaria. Por ejemplo, quizá deben aprender a: Una buena convivencia

• Hablar con los demás sin apartar la mirada

• Iniciar o mantener con soltura una conversación circunstancial

• Saber decir que no, o finalizar una conversación o una llamada que se alarga demasiado

• Advertir que su interlocutor está emitiendo discretas señales de querer cambiar de tema o terminar la conversación

• No hacer preguntas molestas o inoportunas;

• No invadir el espacio personal de los demás (no acercarse físicamente demasiado al hablar, o entrar en temas que requieren andarse con mucha más prudencia y respeto); • No emplear un tono paternalista, de hostilidad o de superioridad (todos ellos despiertan automáticamente incomodidad o defensiva en el interlocutor); etc.

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